ACTIVIDADES

HISTORIAS, ANÉCDOTAS Y OTRAS FACUNDIAS DEL CASINO

Antonio González Noguerol "el Motolite" y Francisco Corbalán Gil "el Tori"


Presentación de Juan Fernando Zarco
 
 
















PREAMBULO
NUESTRO VIEJO CASINO

Dicen que los casinos se mueren, que fenecen de hastío. Por eso el casino de Cehegín estaba delicadamente herido no hace muchos años, dormía la placidez del letargo. El círculo hace años había perdido parte de su talante prodigioso…. Pero una esperanzada primavera parece florecerle por el empeño de los que estamos aqui y algunos románticos más…..
El Casino de Cehegín se fundó en el año 1860, cuando en el aire de Europa resonaba triunfante el Brindis de la Traviata, con música de Verdi. 
Los suelos rojizos del casino armonizan sobre el decadente patio andaluz con azulejos de Manises. Parecen exhumados de una casa de Sevilla aunque sin limonero y aljibe. En sus melancólicas peceras, donde tantas tardes de tertulia, ahumadas con los cigarros farias y el oloroso café se desentrañaban todos los temas habidos y por haber……
 Y… el salón de baile ¡Qué espejos!, es como si visitásemos la calle del Gato en Madrid, aunque sin deformación grotesca, como diría Valle-Inclán, pero sí biselados y barrocos. Sin embargo estos espejos ya no glorifican dentro de ellos los fastuosos escotes en aquellas noches de carnaval del siglo XIX, cuando el frufruteo de los refajos flotaba sobre los miriñaques mezclados con perfumes dulzones y las miradas contenidas se escondían tras los embozos.
El casino también gozaba y aun permanecen, como de museo, excelentes muebles, como si fuese un decadente balneario del Romanticismo, las singulares butacas de mimbre. Aquellos socios entronizados en los sillones en la acera de la calle Mayor, antagonistas de sus primos hermanos de La Peña, en los veranos silentes donde sólo se escuchaba el gorjeo estridente de los aviones en su libérrima algazara.
Pero el gran mueble de la sociedad era un achacoso piano Pleyel, hoy como aquella arpa, silencioso y cubierto de polvo, y que sin duda le hubiese gustado a Chopin, en el caso de que el genial compositor hubiese visitado nuestro casino. Teclado amarillo, como una descolmillada dentadura impregnada de sarro, unos dientes de antigua sonrisa.
¡Y cuántos ingrávidos valses de don Antonio Rodríguez, aquel entrañable ciego Medina que adivinaba las fichas de dominó de los contrincantes! Y románticos Recuerdos Floridos. Lo triste es que el piano está mudo, se le estropearon las entrañas, lo llevaron a un afinador que ya no pudo hacer nada por él. Así diría alguna invitación al café-concierto: …… Antonio Rodríguez, conocido en Cehegín como el ciego Medina, el cual está de veraneo y quiere ofrecer a la sociedad unos recitales durante las vacaciones. El grupo lo componen, al piano Carmen de Montes—esposa de Don Arturo Canalejas—, violín, Medina, viola, Antonio Salas, profesor del conservatorio de Murcia y chelo don Arturo.
A las nuevas generaciones no les interesa, al menos por ahora, los casinos tal como se obstinan en continuar siendo, pero es que si cambiasen dejarían de ser casinos. En la reservada biblioteca, solitaria y polvorienta,  ¡Mutismo…! Arrinconadas revistas decimonónicas encuadernadas, como la taurina El Ruedo. El Globo o la Ilustración Española, junto al prestigio del Espasa enciclopédico incompleto ya y la enciclopedia taurina de Cossío, además de los Episodios Nacionales galdosianos y otros clásicos españoles de la lectura, frenados en un número impar, carcomidos por el comején y los días, y algunos tomos desorejados por la desidia.
 Uno de sus últimos quejíos es la tradición que probablemente viene desde el siglo XVIII: las bandas que tocan en las procesiones de Semana Santa se dan cita el viernes Santo por la mañana en la puerta de la Sociedad para tocar exclusivamente pasodobles. Se trata de una rivalidad amistosa entre las conjuntos musicales patrocinados por los caballeros locales a las distintas Cofradías. “....Cuando pasaban junto al Casino, la banda del pueblo… —compuesta por seis instrumentos de cobre, soplados por otros tantos fuelles humanos—…. se entusiasmó el director, y suspendiendo bruscamente el airecillo “Barba Azul” que ejecutaban, dio principio al “degüello” de la Marcha Real, cuyas notas salieron chorreando sangre, para ir a rasguñar las orejas de los fieles.... Al oír tan soberbia música, Don Juan Amarillo pensó ilusionado que tocaban en honor de él y no del Salvador, su mente ofuscada asistía a su propia apoteosis, oía como un Ave Cesar Imperator que por las bocas ahoyadas de los roncos trombones juntamente con el cardenillo, salía...........”     
Esta narración podría aludir perfectamente al pueblo de Cehegín de 1876, en sus procesiones de Semana Santa, aunque su trascripción corresponde a un fragmento de la novela “Gloria” del ilustre Pérez Galdós, aunque, ¿quién puede negar que el autor de los Episodios Nacionales conociese algún dato de nuestro pueblo y se inspirase en él para la creación de su novela.....?
 Viejo casino de Cehegín… ¿recuerdas cuando se efectuaba el viejo método de bolas blancas y negras para la admisión de socios…?   ¡Quién te ha visto y quién te ve…!
Actualmente ciento y pico de socios que ya es algo…




La autoridad para evitar ciertos contratiempos autorizó las máscaras en el Casino, siempre que antes de entrar mostraran su cara al conserje…
Estatutos originales 1862
En 1862, dos años después de construirse el Casino, se establecen los llamados Estatutos o Bases del Casino Ceheginero, con 45 artículos repartidos en 5 capítulos.
El primer capítulo, De la sociedad y su objeto, establece en su artículo 1 que la sociedad tiene por objeto ¿conseguir con la reunión de personas conocidas los recursos que proporciona la buena sociedad, siendo extraña completamente a todo lo que tenga tendencia política.
También se menciona en este capítulo la posibilidad de celebrar bailes, conciertos y otro tipo de eventos pidiéndolo por escrito al Presidente (un mínimo de doce socios).
En el capítulo segundo o De los socios, establece la igualdad de condiciones y jerárquica de todos ellos; la obligación de pagar mensualmente una cuota; o incluso la posibilidad de hacerse respetar en el acto, en caso de insubordinación de algún empleado.
 Las Juntas Generales se celebraban el último domingo de cada mes, a las 11 de la mañana.
Aparecen firmados por el entonces presidente, Alfonso Álvarez Castellanos, y el secretario, Alfonso Pérez Chirinos.
Promotores y socios
Habrá socios de número, propietarios, supernumerarios y temporeros, según su artículo 5, asegurando además la igualdad entre todos ellos.
En una Junta General se votaba a los que aspiraban a ser socios mediante una especie de sorteo con bolas negras y blancas, y el que obtenía al menos tres cuartas partes de las bolas blancas, era admitido. Pero los que no eran aceptados no podrían volver a intentarlo.
No se podía sacar nada del Casino, ni mobiliario ni objetos o documentación,  En las juntas generales se nombraba a la directiva, se votaba la admisión de los socios propuestos, cuya propuesta debía estar firmada por tres socios propietarios y expuesta en el tablón de anuncios y se tomaban otro tipo de decisiones sobre temas que les concernían.


El edificio donde hoy se ubica el casino era propiedad de Magdalena Ruiz de Assín y Navarro, que la alquiló a la asociación cultural, hasta que oficialmente la Sociedad del Casino la compra a mediados del siglo XX.
Pero, como hemos dicho, el Casino de Cehegín nace en 1860. En un principio se encontraba en la planta baja de una de las fincas del Marqués de Fontanar y Conde de Balazote, También Marques De San Mames, más tarde adquirida por la familia Álvarez Castellanos.
Indirectamente y como anécdota, hay que recordar que este marques de Fontanar, era Fernando Díaz de Mendoza,

El Archivo Municipal de Cehegín conserva actas del Casino, como la correspondiente al día 1 de enero de 1887 en la que se establece la nueva Junta Directiva, cuyos componentes se renovaban cada dos años. Otra, de enero de 1892, organizaba el servicio de criados en el Casino, que cobraban 6 reales por día. Llama la atención el acta perteneciente a agosto de 1895, en la que José Rogel cobró 10 pesetas por afinar el piano del Casino, especialmente si se contrasta con los 6 reales por día (1,5 pesetas) que cobraban los criados.
Por los documentos encontrados se puede afirmar que el Casino tenía actividad a lo largo de todo el año. No sólo para los encuentros entre los socios, sino también para celebrar actos culturales, conciertos, recitales poéticos, bailes y otros eventos en fiestas (Carnavales, Navidad, Semana Santa, etc.).

El Casino constituyó un lugar de encuentro para una nutrida representación de la clase media-alta y alta de Cehegín. En él se celebraban encuentros de carácter festivo y social, en los que pocas veces se alteraban normas como la prohibición de entrada a las mujeres o a los extranjeros.
Por ello, los bailes de Carnaval se han celebrado en el Casino desde que se fundó, aunque normalmente sólo podían acceder los hombres que fuesen socios, entrando únicamente algunas mujeres siempre que fueran esposas de los socios y se tratara de ocasiones especiales, como el baile de Carnaval o el de Navidad.

La Peña es un grupo que se apartó de la Sociedad del Casino y se instaló en la casa solariega de Alonso Góngora.
Las butacas de ambas sociedades se mezclaban en ambas aceras de la calle que las separa, y según contaba el médico y humanista Ginés de Paco y de Gea, la Peña nació como un apartado del Casino con la condición de que sus socios no hablasen de política, para hablar de política, naturalmente… evidentemente la palabra “política” o mejor dicho ‘politiqueo’ estaba proscrita en los años cuarenta….
Aunque en los estatutos se especifica que el Casino no permite las actividades políticas, es sabido que en esas reuniones se encontraban los hombres más influyentes de la sociedad ceheginera, y que probablemente conversarían, entre otros temas, sobre asuntos políticos y sociales de la época. Muchos de sus socios eran nobles importantes que invitaban a personajes de la alta sociedad madrileña al Casino de Cehegín.
Como curiosidad, se puede citar un grupo formado por mujeres, que se revelaron contra la norma que prohibía su entrada al Casino, fundando su propia asociación: LA Casina. Lamentablemente, no quedan documentos que permitan fechar este acontecimiento.
Además, se conservan datos de un grupo musical femenino llamado Las estudiantinas, que acudían al Casino cantando canciones con letras agudas con las que pretendían obtener donativos, ya que los hombres que frecuentaban el Casino eran adinerados.
 ya en los años 20 el casino centro de ocio y de todos los festejos locales polarizaba los bulliciosos festejos, aunque también existían otros círculos como la Patria Chica, los Moniatos, o los teatros Benavente y Calderón, así como las sedes políticas como Izquierda Republicana, los Monárquicos, los Socialistas, Acción Popular, etc.


El alcalde y demás políticos, maestros de escuela, médicos, autoridades y caballeros de la nobleza local, y demás estamentos, todas las tardes se reunían tertulias de estos personajes ociosos, en  las cuales se discutía de todo lo nacido, y allí se gestó la representación del Tenorio.

Deseosos de cambiar un poco los aletargados días donde nada reseñable ocurría, un grupo de jóvenes encabezados por Miguel Más, junto a Tomás el Bello, Rosendico el Carpintero, Antoñico González Bizcochito, Frasquito el Toneja, y algunos más… Se adjudicaron los papeles principales, pero ¡ay!, vaya problema…. ¿Quién representaría los papeles femeninos…?  Ninguna señorita bien nacida del pueblo quiso hacer de Doña Inés y demás damas de la obra…. A grandes males, grandes remedios y Miguel Más sugirió: ¿por qué no contratar algunas cómicas de Murcia para que interpreten los roles femeninos…? el escándalo estaba servido… “no es verdad ángel de amor que en esta apartada orilla va a romperme una costilla frasquito el afilaor”….. Y aquí se engendró El Tenorio Tocólogo

Los tacos de billar duermen huérfanos en un trastero polvoriento, sin zapatillas, descolmillado su suave tacto, añorando aquellas partidas de plato, el morito o las 41, cuando jóvenes billaristas ocupaban sus tediosas tardes invernales. La mesa de billar en paradero desconocido, hizo su último viaje a la añosa bodega donde las ratas hicieron su hogar. Y ya no se oye la voz del viejo Valero, “el chico del Billar”, recitando sus jocosos ripios del hambre: “No hay nada que hacer, / Ni se juega al billar, ni se toma café… / ¿Qué hacer para mitigar tanta desdicha…? / Nada mejor que echarse a dormir, /  y en sueños, poder disfrutar / de gambas, cigalas…y todo lo que da la mar… / mágicamente, quisiera yo ver a la gente/ gastarse la paga de un mes… / sin nada que hacer /  ¡mucho disfrutar, mucho comer! / Morros de ternera…, morros de mujer… Otras  cantinelas que recitaba en aquellas tardes melancólicas: “bizcochos venir, bizcochos llegar, /cuando venda los albaricoques, ¡qué gran panzada me voy pegar!... y si vendo bien caro el panizo, y si vendo bien caro el panizo…, una gabardina…, una gabardina yo me he de comprar…”  luego le cantaba a la gastronomía local con estas coplas con la melodia de Muñequita linda: Olla de verano, olla de verano, olla de verano, yo voy a comer,…. Lleva calabaza, lleva chiribia, lleva un poco de apio y algo de jamón………, lleva alubias verdes, lleva un  eeeeeeeespinazo,…. / Lleva seis patatas  y un poco de arroz…...
Recordaban nuestros progenitores de un amigo suyo que tuvieron que buscarlo al casino sacándolo de una interesante partida de póker, porque era la hora de casarse y la novia aguardaba impaciente en la iglesia.
En cierta ocasión enfrentándose dos de los mejores billaristas del casino de Cehegín. Se estableció la competición a ‘carambola cantada’, lo cual quiere decir que previamente el jugador ha de anunciar las bandas que debe tocar, como mínimo, la bola. Uno de los participantes cantó: “cinco bandas…” En ese instante penetró en la sala de billar un socio que sorprendido por la vueltas que daba la bola alrededor de la mesa y con la precisión que llegó a su destino realizando carambola, no tuvo otra ocurrencia que manifestar en voz alta: “Vaya churro que le ha salido don Luis…”- éste le replicó sumamente cabreado: -“…y tú ¿qué pijo sabes…?”-
Algunos ‘casineros’ de la época recordarán, nostálgicos, cuando queríamos poner nervioso al contrario; al ir a jugar la carambola le espetábamos: “¡Me la fumo…!”. Aquella exclamación significaba poner en entredicho el acierto del jugador.

Muchas navidades después, fueron famosos en toda la comarca los animados bailes de nochevieja ………..los abrigos se amontonaban en la sala del billar, colgando no solo las perchas, si no también la misma mesa, era amenizado por una orquesta familiar en tantos bailes: Jesús el Pavo y sus muchachos, clarinete, contrabajo, trompeta, saxo, violín, y un cantante esporádico, que nos deleitaba, con canciones, la bamba, al cinco, seis, seis, siete… o algún vals, para cuando el ambiente se caldeaba, se animaban con un pasodoble o una polka, y ya cerca de la medianoche, boleros dulzones para bailar pegados, cuando los papás conversaban con los amigos en las peceras. Pero atención, la orquesta anunciaba que preparasen las uvas, el viejo reloj del salón de los espejos estaba a punto de dar las doce y entonces los conserjes repartían los bolsitos con la doce uvas. Los serpentines comenzaban a volar por todos lados mientras el confetti nevaba en color sobre los danzantes
Las jovencitas acudían con su familia mientras los mozos las esperábamos impacientes para poder acercarnos a ellas, aunque fuese un momento, con el beneplácito de los padres. Quizás fuese la única manera de poder abrazar, sin prejuicios, aunque fuese de forma efímera, al ser idolatrado: -¿Bailamos…?- Con esta sencilla palabra se solía invitar a una señorita a danzar.
Las muchachas en flor se iniciaban en el ceñimiento, pero aleccionadas por sus madres que les recomendaban: -“Hija, cuando bailéis recógete los brazos y coloca tu codo sobre su pecho; así él quedará frenado…”- De esa manera, al ritmo melancólico bailábamos aquellos boleros de Machin o Bonet de San Pedro………



LAS PECERAS
Don Pepe Clemente, uno de los tertulianos de las peceras del casino y gran trasnochador, contaban que jamás vio amanecer, se acostaba a las 4 o 5 de la madrugada y no se levantaba antes de las 12 o 1 del mediodía….. Don Isidrín gran noctámbulo, y conversador, se recogía muy tarde y una noche se cruzó con un fantasma que subía tapado con una sábana, don Isidro le saludó:
Buenas noches—, y el aparecido le respondió: buenas noches don Isidro, ya va usted a recogerse… y cada cual siguió su camino….
Otra noche acompañó a mi padre y salieron del casino a las 2 haciendo paradas conversando sobre la problemática de los albaricoques y llegaron a nuestra casa a las 5 de la madrugada y le dijo mi padre: pase usted don Isidro y hacemos café y seguimos la conversación y así lo hicieron se sirvieron sendos cafés y continuaron el tema……………
              El diario ABC y sus artículos de primera página marcaban los comentarios. Se llegó a hablar de Einstein, y de su Teoría de la Relatividad, con la que Juan Cava no estaba de acuerdo: —“que aprenda primero a dividir”—decía. Cuando alguien ponía en duda su sapiencia, él sentenciaba; —Yo sé más que el que más sepa
 La biblioteca del casino, era lugar habitual de consulta. Las controversias eran diarias en las tertulias—— salía a colación los célebres versos de Becquer …. “Volverán las tupidas madreselvas a tu balcón….”, si se le ocurría a un socio rechazar…”no se dice tupidas si no Túpidas….”
O hablando de música: “los intervalos de tercera son……” – rechazaba alguien “no se dice intervalo, si no intérvalo”….otra disputa dialectica se generó cuando un socio llegó pidiendo al conserje un vaso de agua porque debía tomar una capsula carminativa…. Para sofocar las ventosidades… El debate estaba servido y entonces se veía una fila de socios subiendo las escaleras como colegiales, hacia el Espasa para clarificar el debate.

Digno de mención fue también José Fernández Cuadrado, padre del conocido Jesús el Herrador, hombre de exquisita educación y al que le gustaba mostrar sus opiniones con frases rebuscadas pero de profundo significado filosófico. Charlaban una tarde sobre los cazadores furtivos, sus astucias, trampas y demás procedimientos engañosos. Y se produjo el esperado debate, unos los defendían y otros atacaban con energía, don José, para remate de la discusión, lanzó al aire la siguiente frase: “La invasión de la campiña por parte de cazadores amateur es pernicioso para el noble arte cinegético” y con esto finalizó la discusión.
También se cuenta la plática que le encasquetó a un leñador con estas palabras: —hombre rústico y mal trajeado,… cuánto pides por esa carga de palitroques incendibles que transportas sobre la cúspide de ese cuadrúpedo

Se comentó la Monarquía de Don Juan, de su posible regreso a España y de los esfuerzos de Pemán para su venida, pero al final se decía que la última palabra la tenía Franco, que más que monárquico, era conservador, pero del sillón.

Pepe Arévalo (El Ale); el Sr. Sánchez (Antonio el Coriano); los hermanos Álvarez –Coleteros—, Pepe Lorencio, Marquicos de Emilio, Alfonso el Góngoro, el maestro Eloy, Antonio Motolite, don Isidrin; y una lista innumerable por cuya omisión pido disculpas.  No quiero omitir sin embargo a los presidentes del Casino que recuerdo: Gaspar Muñoz Pedrero, Antonio de la Ossa Ruiz, Francisco Lorencio Márquez, Juan Espín López, Joaquín Caballero Muñoz y José Ruiz López, Francisco Peñalver, y aquí el incombustible Francisco Corbalan Gil.

Sabe usted lo que es el número Pi?
No quisiera dejar en el olvido una divertida anécdota que gustaba contar al recordado Paco Lorencio Fernández, gran ‘casinero’ y jugador de billar, referida a una gran persona, El Periñán. Era conserje de la Peña, sociedad que estaba enfrente del Casino, y que por la asistencia de sus socios por las mañanas, que era muy poca, casi siempre estaba hablando por una de las dos ventanas (llamadas peceras), con los que estaban en el Casino. El Periñán fue un gran hombre con sentido del humor y de inteligencia natural, y digo esto, porque el anteriormente referido don Gregorio Mayor de Lorenzo, quiso encontrar en él materia propicia para lucirse, y le pregunto: “José – así se llamaba el Periñán - ¿Sabe usted lo que es el número Pi?; y él, rápido y socarrón le contesto: “Es el palo de colgar las granás”.
LA NOCHE DE LA NEVADA: el chache, Pepe Lorencio, y nosotros dos, el Chache con el intestino descompuesto en una diarrea feroz…. Y la nieve que no cejaba…. Y solo un paraguas que sostenía Pepe que maldecia a la noche y nosotros dos sujetandole al viejo los sobacos para que evacuara sin caerse….
La meada a los civiles por un jugador desde el balcon……….la partida a tope……… y sin water…. Balcón, picholetada, y caída encima del tricornio…….. Espantada de los jugadores……
Tiempo de posguerra…………. Otro socio que llegó tocándose la palma de la mano y dijo que eran ampollas de cortar jamón….. Y otro leyendo el diario al reves y su exclamación ¡¡¡ya han hundido otro acorazado!!
Bolas blancas y negras……….. Proposición para nuevos socios en el tablón de anuncios……
Asambleas o reuniones en la posguerra………… petición de autorización y un concejal de censor o representante gubernativo que debía estar presente en las reuniones.
Hay otra genial anécdota, un día en el casino preparándonos para ir de música, pedimos una botella de coñac y unos carajillos, Jinés, mientras afinaba los instrumentos daba lentos sorbos al carajillo, a cada trago alguno le añadía otro chorro de coñac y como no terminaba de consumirse la taza, extrañado dijo Jinés alargando la palma de la mano: ¿Es que hay goteras…?

Las bebidas más socorridas eran:
 El carpintero; la pastilla; el Belmonte; la lecheanis y la paloma en verano; el revuelto; el carajillo; sol y sombra; y sobre todo copas de coñac…. Aunque en el argot casinero: un servicio era: café, copa y puro…. También se consumía Calisay, Charteau, Ron, cazalla, licor café ….
Se cantaban valses, uno de ellos decía algo así: —“la otra tarde en el Casino, me quisieron convidar a café con marrasquino y un poquito de coñac…, a las cuatro la mañana la campana golpes dio…, yo no sé cuánto bebimos, que hasta el champán se acabó…” — …… también se cantaba un vals de ciego que se titulaba —“Con sábanas, sin sábanas….”—, y mazurcas como la que recordarán algunos:
—“Mal dolor le de a tu tía, que está en Almería, muy lejos de aquí…” — y otra mazurca que cantaba Bartolo de Juan Luz, con mucha emoción: — Niña hechicera de rostro agraciado, dime si has amado alguna vez, por caridad, porque yo tengo el alma afligida…. Ven, ven, ven adorada mujer, ven…, ven.., ven a bailar con frenesí, ven…, ven…, ven adorada del alma, que yo de pena voy a morir.
 Sal hermosa a tu ventana, sal hermosa a tu ventana por favor, esperando la mañana, a que venga el trovador— descúbrete máscara— pues no puede ser— descúbrete máscara que eres mi mujer— descúbrete máscara— no puede ser no— descúbrete máscara que lo mando yo— vámonos juntos del brazo tu eres bonita, tu eres leal, al jardín a pasear—  si se marchitan las flores, tu eres mi vida, tu eres mi amor — descúbrete máscara que lo mando yo.

Después de la guerra civil hasta los años setenta, se sucedieron muchos avatares respecto al carnaval, teniendo en cuenta que estaban prohibidos por el régimen de Franco, la gente se lo saltaba a la torera y la calle Mayor ceheginera era un hervidero de disfraces. Algunas veces la Guardia Civil no tenía más remedio que intervenir, y se montaba el espectáculo donde no era extraño que la salida de emergencia del casino se colapsara de máscaras en huida masificada. Pero la verdad es que todo era pura justificación de la autoridad ante posibles denuncias. Lo cierto es que el ingenio y la ironía se adueñaban de la calle Mayor……..